jueves, 9 de diciembre de 2010

La pelea.

Camilo era uno de esos niños "raros" que te encuentras en la primaria, tan extraños que te hacen pensar que existe la normalidad. Una de sus manías excéntricas, por ejemplo, era la de decirle "mamá" a todos, sin distinguir género o profesión. Cuando lo escuchamos la primera vez -porque llegó a la escuela en tercer grado, pensamos que algo había sucedido con su madre. Empezaron las especulaciones, los chismes del recreo, las suposiciones de los docentes, los mitos de los intendentes y la realidad que Camilo ignoraba con toda confianza. Optamos por no jugar con él. Daba miedo su semblante, taciturno a la hora del bullicio, melancólico cuando el himno sonaba distorsionado por el altavoz, risueño cuando se pasaba lista, en fin, características "anormales" según nuestros criterios.
La tropa de tercero "B", a la hora del receso, era comandada por "El Pelota", y si suena extraño el sustantivo femenino y el artículo en masculino, más raro su mote que nada tenía que ver con algo redondo o choncho en su cuerpo; raquítico, en una sola palabra, ese era el verdadero Pelota. La cosa era que rebotaban sus puños en los rostros de quien lo molestaba. Nosotros seguíamos sus pasos, nos sentíamos seguros mirando su espalda. Él fue quién nos dio las instrucciones acerca de la evasión a Camilo. Ni una palabra, ni una mirada, nada.
Paso el tiempo, no podía pasar algo más, y llegamos a cuarto grado. Las cosas seguían igual. Camilo llamando mamá a todos, nosotros ignorándolo por completo y él no se inmutaba ni se preocupaba por nuestra indiferencia. Sonreía cuando quería, su nostalgia seguía siendo a la misma hora y sus calificaciones no cambiaban: nueve punto cinco.
El Pelota, que si algo le molestaba era que lo ignoraran, acumuló un año de indiferencia a la par de un año de odio. Entonces decidió comunicarse con él por medio de los puños -diestro en estas artes, y con unas cuantas patadas si eran necesarias. Eligió una fecha. Y para que la locura se hiciera colectiva, el día sería exactamente un año después que Camilo le llamó mamá en frente de la mesa directiva y todo se llenó de carcajadas, El Pelota apretó puños, apuntó fechas y recordó caras. Llegó el día. Estabamos, toda la flota, diseminados por el estacionamiento de la escuela, prestos a cerrar el círculo para hacer el coliseo en un par de segundos y darle tiempo a El Pelota de tener una buena conversación. Si bien Camilo tenía un físico notable, que daba la impresión de estar bajo una buena alimentación, había la sensación del chico fresa, de los que no se defienden más que con billetes.
El viento hizo su parte. Empezó una ventisca que fue necesario tallarme los ojos de manera apresurada porque ya se aproximaba Camilo, con ese peso invisible sobre la cabeza que lo hacía inclinarla. Nos volteamos a ver toda la flota y nos fuimos levantando de una manera sincronizada que esto ya parecía una obra de teatro. El Pelota que tenía por confirmada nuestra asistencia, y cuando vio que nos pusimos en movimiento fue al encuentro. Hasta el día de hoy sigo pensando que Camilo siempre supo de su plan, de nuestras intenciones de ignorarlo, de lo que la gente hablaba a sus espaldas pero él nació con la mente lúcida y las metas fijas. Y en eso se incluía lo que El Pelota le tenía preparado. Fue que Camilo levantó la mirada -cosa que a primer tiempo a mí me sorprendió, y advirtió a su enemigo levantando el puño, parpadeamos tal vez más de lo debido porque de un momento a otro vimos a El Pelota rebotando de dolor en el suelo con sangre en su camisa, manos y rostro. Nunca habíamos sentido tanto miedo como ese momento. Camilo se agachó y le preguntó, como en tono diplomático, a político en el podium, por su nombre.  El Pelota lo último que podía hacer era hablar, acaso él lo sabía, pero temiendo otra embestida, balbuceando dijo su nombre. Como pueden ver -observándonos de manera detenia a los presentes, Camilo en voz determinante dijo, El Pelota lleva por nombre Saúl. Sí, tiene nombre como todos nosotros. Por dentro corre sangre, como a cualquier animal; tiene sentimientos porque gime y llora, y no es invencible. Creo, por todo lo anterior, que este niño es igual que nosotros. No nos dejemos manipular por la aparente fuerza o, por otro lado, la eminente flaqueza. Y sin más, siguió su camino, el de todos los días.
Cuando se hubo ido nos dimos la media vuelta y nos sentimos libres por primera vez en años. Quedó Saúl limpiándose el golpe y nosotros, la flota del cuarto "B" ya nos habíamos olvidado de aquel que bajo su yugo nos tuvo en silencio por mucho tiempo, condenados a sus órdenes. Nadie tuvo la fuerza para enfrentarlo, sólo Camilo.
Al día siguiente quien agachaba la mirada, por otras razones, era El Pelota. Y hubo más de uno que le gritaba El Pelota Desinflada. Camilo le ofreció ayuda y con el tiempo la amistad se volvió la más sincera, la más ejemplar. Aprendimos. De ellos aprendimos que la guerra se ha hecho para conocer a los verdaderos amigos.

lunes, 29 de noviembre de 2010

La sombra que el sol no ha querido reflejar.

Una piedra                           sin identidad,                              una figura
soy                                            la sombra                      que el sol no ha podido reflejar,
        del                                que yace                           en fosas comunes
hombre                                 que nace,                                  nace olvidado,
que se extingue              cuando no hay esperanza           
     y que se hunde                en el barco                               sin ser capitán
                                   el último respiro                            de la inmortalidad
ha sobrevivido                sin el olor del abrazo
                                                                                         ha sobrevivido
            la sombra que el sol no ha querido reflejar.

La prisión del silencio,           barrotes sordos,                      pared muda,
           la sentencia en                       un lenguaje                             incomprensible
mi cuerpo,                            al parecer,                              se vuelve invisible.

domingo, 17 de octubre de 2010

Las palomas vuelan de pie.

Decenas de ellas comían la suerte de migajas que Luis aventaba desde la banca del jardín principal -una mano de Dios para dichas hambrientas congregadas allí en el parque-, con una mirada que se perdía entre los puestos de fritangas y piratería que a temprana hora empezaban a instalarse. La compasión de Luis para con las palomas tenía un motivo: mantenerlas cerca para que su hijo las persiguiera, ellas regresaran, él intentase agarrarlas y así, hasta que se acabaran los granos. La escena era muy común. Asistía, sin falta, todas las mañanas después de la campana de las ocho a la plaza de la mano de su hijo, un descanso que él venía buscando desde la muerte de su esposa. Había intentado otros métodos para el olvido como irse de la ciudad, buscarse una pareja, ir a los bares, el cine, la soledad, incluso fue al gimnasio para distraerse pero al poco tiempo ya no soportaba el peso de las barras, se sintió débil y sin causa justa para fortalecer su cuerpo. Al fallecer su amada, Luis empezó a ir al café, sin embargo, se deprimía hasta llegar a llorar bajo la misma lámpara que antes luz romántica hoy un color sombrío; murmuraba su nombre cuantas veces podía, él temía olvidarlo; agitaba el café, pedía otro y lo colocaba frente al otro pocillo, luego la mirada al lugar vacío. Más de dos veces se fue sin pagar, salía apresurado y con lento paso. Los meseros -cualquiera lo hubiera hecho, lo creían loco y pobre. Su historia, en este pequeño pueblo, llegó a suficientes oídos para que las miradas pesaran sobre él y las dudas cobraran valor. Su hijo no entendía de esTo, únicamente de globos y palomas.


Hubo intentos de divorcio, injurias, algún púdrete, te odio, nunca te amé; la cosa iba mal y luego los golpes. Esto ya había sido olvidado. Después vinieron los buenos tiempos y aunque muchos se opongan, ellos se amaron. Creía él que el matrimonio había sido un error, un producto que Estado y la religión habían impuesto. ¿Qué importa si habían adoptado el sistema?

Hoy la extrañaba y no porque se haya acostumbrado a su risa débil y sincera, a su mirada tierna y caprichosa o al sexo agresivo que tenían, simplemente aprendió a vivir con ella. Eso era el amor según él.

Los burdeles y el alcohol entorpecedor eran odiosos para Luis, tanto que se excluyó de sus compañeros del trabajo, quienes lo persuadían con chicas fáciles, licores entorpecedores, noches que terminan en el día y sabrá Dios dónde.

La ansiedad, la desesperación, las ganas de destrozarse a sí mismo se fundieron con pluma y papel; una carta, extensa y certera, de los arrepentimientos nace. Y al día siguiente. Y por mucho tiempo. Cada noche escribía una especie de confesión, al terminarla, la quemaba a solas. El retoño nunca asistió a esos sacrifios de papel en honor a su madre. La locura -si se le podía llamar así, iba en aumento, entonces se masturbaba gritando su nombre, el de su esposa, con dolor y nada de éxtasis, y acababa en sollozos, a punto de golpearse.

Por eso las palomas eran sus amigas, tan interesadas como sus compañeros pero ellas sólo de dedicaban a comer por lo que las hacía más sinceras. Y aquélla mañana en que no fue a trabajar ni llevó el niño a la escuela confirmó su amistad con ellas comprándoles una ración mayor a lo acostumbrada. Ya el mitin de las aves alcanzaban casi la centena, todas alrededor de él y su hijo. Llamaba la atención pues parecía que alguna en cualquier momento lo atacaría, mas la querella seguía siendo entre ellas.

-Un día sin ti. Todavía sigues allá donde hoy no te puedo alcanzar. Pero llegará el momento. Una mañana en que busque volar, como una paloma, esa aparente libertad de mis alas... ¿Hay otra manera de volar? Dime si tu ausencia es el castigo de mi desprecio cuando vivías. Porque flotar... ¿Cuántos saben flotar? Quiero aprender, como las palomas, a volar de pie.

sábado, 16 de octubre de 2010

El misterio de la gripe.

Vamos que la condición en el hospital era la misma para todos, igual de jodida. Y advertíamos a los ricos cuando su perfume se confundía con el tufo a alcohol, luego sus rostros no eran nada diferentes a los nuestros, allí el dinero no alcanza para la paciencia y la esperanza no es de ricos ni de pobres, allí los millones se pudrían al cruzar la sala de emergencias.

Leopoldo era el chico que cualquier niña en adolescencia quiere para las horas libres, las ausencias del maestro; sobre todo por lo del carro, muy de moda en estos tiempos; el roce, la erección, la comprobación, el sabor, la repetición, todo en el mismo viaje. Por eso la fama del chico, lo de cabrón no, sino lo complaciente y dadiboso con sus amantes. Muy a menudo las invitaba al cine. Las palomitas y las buenas filas del centro eran lo de menos, el preludio al desnudo era al dos por uno, cada sábado nueva quinceñera. El vals ni de Chopin, ni de Mendelssohn, nada de esto se tocaba, eso sí, siempre les abría su regalito.

Así que este era Leopoldo, el que venía cruzando la sala de urgencias gracias a los hombros de mami y papi porque él y sus piernas no querían moverse. Sentados se perdieron entre la tómbola de enfermos que esperábamos el llamado. Era viernes, así que los doctores "carniceros" del hospital civil tenían harto trabajo, lo que por otro lado era un mal augurio ya que te mandan con un par de medicamentos, su receta básica: paracetamol y amoxicilina y bien, hoy en día esto soluciona casi toda dolencia.

Una lamentable situación se daba paralela a la desgracia del junior y de hecho, ellos llegaron a preocuparse por ella, una doña de cuarenta y tantos que andaba con sus dolores de parto y gritos por dentro y fuera del hospital. Los enfermeros -especie de gaviotas picoteando a los pacientes, le aseguraban que no había suficiente dilatación y le pedían regresar en una hora, Y ella soplaba, maldecía, juraba, caminaba, regresaba, preguntaba y dale, una hora más.

Los pasillos cada vez se volvían más lóbregos porque la tarde se iba cuando la noche, el miedo de los árboles en otoño zumbaba estrepitósamente por el sanatorio sumándole el pacto entre enfermeros para atenuar el silencio apagando las televisiones en la sala -siempre sin señal nítida, daban en conjunto un aire ideal para el suicidio. Y es que de los seis o siete pacientes allí en urgencias yo me sentía el más sano     
-dolores musculares, y a la vez con muchas ganas de morir. Cosa que no iba a suceder. Era algo de las anginas. creo, porque me recetaron paracetamol y amoxicilina. Además un justificante para el trabajo era lo que me tenía sentado en esas sillas ovaladas y duras de fibra de vidrio. Por otro lado, mis síntomas me dejaban a lo último de la lista por lo que había que esperar horas. Y creo que me empezaba a gustar ver sufrir a los demás.

A Leopoldo lo pasaron rápido. Nada tenía que ver su dinero ya que si algo tiene el hospital civil es que la condición social no importa, todos valemos la misma mierda, excepto si tienes un conocido laborando, incluso si es el que limpia la sangre del piso -oficio respetable. No era este el caso. La familia de Leopoldo en mayoría son ingenieros. El caso. Leopoldo venía grave, al borde de la inconciencia y un poco alucinando, el nerviosismo lo traía como títere sin poder sostenerse de pie. Había chocado en su ya no último modelo contra un camión de refrescos -ya ven que andan por todos lados, y algunos de los envases o muchos, no supe la cantidad, cayeron sobre sus piernas. ¿Cómo? Su auto era un convertible. Por eso lo del techo, para que no te caguen las palomas o te caigan piedras del cielo. Él aunque grave, por mi experiencia en urgencias, sabía que se recuperaría. Regresaron a la sala de urgencias, en calidad de espera, los papás de Leopoldo quien iba a ser sometido a quirófano para operar las tantas heridas. Firmaron un papel o dos. Ni lo leyeron. Acaso confiaban plenamente en el doctor alto y de voz grave, poco cabello y mucha colonia. Y yo por eso le tenía desconfianza a él desde que me creía cerca de descubrir los métodos del hosítal; consisten en tener en cirugía a doctores con presencia; bien parecidos, altos, corpulentos, voz de bajo, y que infunden respeto; al contrario de los que no salían de su consultorio, bonachones y desaliñados. Él y yo éramos un perfecto engaño, producto de situaciones completamente distintas y ambos disfrutábamos los papeles que desempeñábamos. ¿Qué podía hacer para auxiliar a los burgueses? ¿Decirles que ese doctor apenas y sabía dar puntadas?

Preferí ir al despachador de café y esperar a que los enfermeros prendieran la t.v., ya estaba por comenzar la novela. Hacía mucho tiempo que quería probar el Latte Vainilla, eso del azúcar es mi punto débil, no perdería oportunidad. Por un rato, lo que duro mi café, los pacientes me tuvieron sin cuidado, si hablaban o gesticulaban lo ignoraba, yo seguía siendo uno de ellos, sin embargo, les tomaba especial cariño al tratar de adivinar sus condiciones pero el Latte estaba buenísimo. La doña era un claro ejemplo que me importaban los demás. Después de varias horas seguía sola, no hablo por el público o celular, tampoco se veía que necesitara compañía, la soledad le encajaba perfecto justo antes de dar luz. Todavía cuando hubo ella entrado a los trabajos de parto y dado a luz, salió una enfermera a dar aviso y preguntar por familiares de la doña y nada. Por un momento quise ser papá.

Desfilaban varios doctores con paso envidiable, maletines al torso o bolsos golpeando gluteos, radios que me purgaban cuando hacían beep, beep. Los enfermeros también con una parecida indiferencia hacían pasarela sin voltear a ver nuestros desencajados rostros. Me encabronaba cómo nos convertían a insectos agonizando que pidien ser aplastados, algo parecido a las moscas ya segundos antes de morir que dan vueltas en el piso, así nuestros cuerpos, virando a todas partes buscando consuelo, respuestas o soluciones, se estampan con muecas que desaprueban. No nos queda más que seguir viendo la telenovela. Del asco esto tampoco me salva, suerte que sale Bárbara Mori, fajando a consideración.

Ignoro el tiempo que transcurrió desde el ingreso de Leopoldo hasta el fin de su cirugía, no era una estadística que me interesara pero lo viví todo. Salió bien. El rostro de los padres ya reflejaban una que otra sonrisa, tal vez temerosa, al fin es sonrisa, dado que en los sanatorios éstas o son de locos o de aliviados, lo figuré a Leopoldo salvado. Los trámites del seguro del auto no esperaron. Abandonó el padre la sala de los urgidos y se fue por la póliza del seguro -cosa muy importante, para no volver nunca más a este insano lugar, porque aquí los ricos y los pobres somos iguales, y muchos trabajan para no ser igual que los pobres. Qué infames, los ricos y los pobres.

lunes, 4 de octubre de 2010

Espionaje desde el urbano.

Cinco segundos son pocos. Es casi nada cuando sintonizas el partido de la semana, abres la cerveza y que venga la botana; no sirve de mucho si vas con tu novia a las afueras para fajarla y sexo; ese tiempo apenas sirve para bajar el cierre, sacar don pene y nada; ni siquiera para el chisme del vecino cinco segundos son suficientes. Pero bastan, muchas veces hasta sobran para verte en el abismo de la incertidumbre, para verte sumergido en el egoísmo de tu felicidad ¿Los demás? ¿Quiénes? Qué alucino si yo solo existo, la tristeza ajena es solo para entretenerme, qué vida tan aburrida la mía si no observo y disfruto tu derrota.

La angustia a esas horas suele verse poco pero lo de ella era inevitable, estaba a punto de romper en un llanto cuando impotentes. Y me sentí estúpido, animal sin escrúpulos y salvaje porque la veía y no comprendía su mirada líquida hasta que vi sus ocho meses de embarazo, cinco guayabas que sostenía y una cubeta a su costado que la acompañada. Entre ella y yo había un mundo comiéndose a sí mismo, significa que estaba ocupado alimentándose y es cuando menos presta atención uno a lo tercero. La gente y sus quehaceres; la fruta, corre que la fruta se acaba y con qué vamos a hacer el agua; ¡Mierda! se me hace tarde y mi jefe me espera, pinche vieja como no cruza y el de la combi que se espera; ¡Hijo! ¿Qué zapatos para tu fiesta vas a comprar? anda pruébate estos; ¡Ay! mi cabeza no la soporto, me da la gripe, me da la gripe, deme por favor paracetamol para este dolor. ¿A quién le importa una desdichada? De milagro no la pisotean.

Tenía mis prisas. Iba tarde a mi trabajo, el dolor de estómago y las ofertas que mi bolsillo no alcanzaba a pagar me hacía menos, y buen consuelo cuando ves a alguien más desdichado que tú; la situación me pudo haber hecho más feliz. Hoy no se trataba de eso. Era ella más solitaria que yo. Su marido (si acaso tiene) me lo imagino un habitual de la cerveza y de la violencia; en el mejor de los casos, para ella, era el haber sido abandonada por un imbécil no menos alcohólico que "el copas", al que le agravarían en su agenda una tanda de compromisos. Acaso su familia en peores condiciones y ella adelante. Porque esta es la guerra más sigilosa e invisible que enfrenta el ser humano; un destino que se escapa de las manos, al menos nos han hecho pensar que hemos podido controlarlo. Pero cuando la desgracia es constante, cada segundo insoportable, entonces la lágrima se columpia allí y no caerá porque hay orgullo, hay esperanza. En el vientre está el oro. Nadie se lo robará.

No nos sintamos mal por haber oído tales infortunios. Aun si la desgracia fuese mayor en dos o tres días de esto nos vamos a olvidar de su rostro, de su angustia. Sí, no dejes de ahorrar para comprarte tu iPod, ¡qué va! Mucho menos planees sacrificar un fin de semana para pensar en lo que ni te convence ni te compite. Es la vida de ella la que le ha deparado incontables desgracias. No nos preocupemos más de esto, al fin, es solo un tema para platicar.

Al-Qunaytirah

Pensar en la actualidad y dar por hecho a pueblos deshabitados es casi inconcebible, sabe como las especias que Hollywood y Arnold Schwarzenegger suelen dar a las películas. Sobre todo si le sumamos tantas y tantas explosiones y él sonriente. Más o menos de esto va la trágica realidad de un pueblo olvidado.

Al-Qunaytirah –que pronto será como el cuento de Borges, aquel titulado Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, en el cual la región y su cultura sólo existieron en la conciencia de pocos- hoy casi extinta, se encuentra al sureste de Siria. El primer pecado de este pueblo fue haberse situado en la meseta del valle en los Altos de Golán ya que más de sus tres cuartas partes de territorio (1200 km2) se encontraban en disputa por algunos países asiáticos. Su segundo pecado fue la locación de un punto estratégico para el comercio y cercana a la frontera, bien sabemos que los límites son siempre un problema; en dos décadas cambió de país más de tres veces. Primeramente era Siria quien la tenía bajo su control, el año de 1967 la tienen los israelitas, la recupera efímeramente Siria para que Israel termine con ella diez años más tarde. Dichas guerras a mediados del siglo XX entre Israel y algunos países como Egipto, Siria, Jordania y Líbano, provocaron el movimiento de sus habitantes a otros territorios más pacíficos; sus edificios, casas, hospitales, negocios, siguen sepultados en la actualidad, hay solo pasado, petrificado y polvoriento pasado; sus límites siguen sin fijarse, la denominación “pueblo fantasma” es un letrero latente. Seguro sus habitantes exiliados por causas ajenas a ellos extrañan ese pequeño pueblo; muchos allí nacieron y en sus pesadillas queda solo el eco del combate, tal vez muchos después murieron y hoy son extranjeros en sabe qué cementerio.

En el cruel presente donde solo prospera la discordia, sus parajes son solo habitados por militares que defienden sombras y, a su vez, un manojo de habitantes dedicados a alimentar a éstos. De allí en fuera no hay nada más. Van turistas a ver escombros, entran a un museo, pagan módicos euros y la imaginación del desastre. Para ver situaciones indeseadas, para quedarse con ese mal sabor de boca que deja la razón humana cuando se usa en contra, basta dirigirse a Al-Qunaytirah (tan impronunciable este nombre como el apellido de Arnold). Parece que viajan indistintas distancias para llenarse con un poco de culpa, sin duda la más sabrosa.

Al-Qunaytirah vive aún en el mapa. Quién sabe cuándo será borrado. Seguramente el hombre convocará a una reunión para eliminarlo por completo de su memoria. Entonces, cuando alguien pase por esas vigas que solo soportan soledad, esos muros en que se reconoce historia, esas calles que ya no tienen destino, se preguntarán ¿Qué pueblo es éste? ¿A quién le podemos preguntar?

domingo, 5 de septiembre de 2010

Cronología.

Hace tanto tiempo, la invención de la rueda:
aprendimos a girar en nuestro entorno;
se descubre al hombre entre las rocas,
el hombre descrubriéndose ante las formas,
en el reflejo, su rostro se hace viejo,
él no entiende el tiempo.

Hace miles de años llegaron los dioses:
entonces las nubes tomaron forma,
el fuego tiene una causa,
la lluvia es adorada,
el trueno se vuelve el lenguaje
que el silencio esperaba,
el hombre esculpe la piedra para ir a la caza.

No hace poco se han descubierto las batallas.
Te doy la espalda,
desenvainas la espada
del pecho sale reluciente acero.
Hemos descubierto el odio.

lunes, 30 de agosto de 2010

Artículos de fe.

La cruz tiene un pacto con su pecho.
No olvida besarla. También imágenes
resguardan en su habitación y
una cera que no extingue su llama,
la fortaleza de su ecuánime mirada.
María, su amada, en la cabecera de su cama,
vela al hombre, de sus pecados los exime,
entonces él por fin el sueño concibe.
El incienso rojizo y su perfume de encino,
los santos de tantos nombres,
las cruces de diversos materiales,
el hombre de lamentos incontables.
Él tiene un pacto con la cruz que pende de su cuello.
Ha jurado besarla ante cada santuario, ante cada lámina
ante cada momento que su fe se vea perjudicada.
Persignarse es un tributo, un símbolo entre el silencio.
Orar es una virtud, el lenguaje de la esperanza.
La imposibilidad de articular equis palabra
cada noche, me mata.

domingo, 22 de agosto de 2010

Luna.

Sin ti ese agobiado calor del sol
tiene un desinterés
por cumplir su función.
¿Por qué no habría
de morar en otra galaxia
si aquí ya nadie lo adula?
Renuente a los horizontes
análogo a mis aflicciones
su calor será después una leyenda
su luz habría sido el hito de tu elipse.

Correría el riesgo de morir
en el infinito espacio
pero ya ha agonizado antes
en el vacío de tus brazos
así que el miedo es como una manía
un don con tintes de anomalía.

Habrá de dormir hasta que amanezca
huir de tu frialdad
o con el pretexto del eclipse,
luna,
se oculte bajo tu sombra.

Quizá nunca fuimos amigos

Quizá nunca fuimos amigos,
simplemente compañeros
aunque nunca hayamos trabajado juntos
o haber estado en la misma escuela,
tal vez solo somos ciudadanos
de una indiferente tierra.
No, nunca vivimos en el mismo vecindario
como para llamarnos, mutuamente, vecinos.
Concordamos en alejarnos del nefasto sistema
que se carateriza por juzgar, en tu vida plena,
cada movimiento, cada parpadeo,
cada andar tambaleante de la amistad.
Por eso, erróneamente nos decimos,
uno al otro,
amigo.

Los amigos.

El rubor que la cepa joven y amarga le había dado a Jacinto, además de sus pómulos inflamados, era a odre y, por otro lado, que se iba ausentando de sus cabales. Mas no quiere decir que Dios exista sin tener nosotros conciencia de un "yo" o que su presencia esté ligada por la necesidad de reconocer el orden supremo gracias a ésta -alzando la voz replicaba Jacinto, tan seguro de sí. La charla con tintes teístas llevaba más de dos horas  y, si bien, era basado en deducciones cien por ciento empíricas, lo defendían como si fuese científicamente comprobable e irrefutable. Benito, el otro sofista, capaz de dar réplica, no parecía tan beodo como su contertulio pero sí un tanto hermético a lo que escuchaba. Así, pues, porque ya más de uno es tertulia, ésta se llevaba a cabo en un emporio situado a orillas de la ciudad, en las faldas de un cerro que no permitía el asentamiento de ningún alma por su carácter rocoso, mas era la lámina perfecta para las reflexiones de tales bribones. Era una bodega que si bien no olía a rata, el tufo tan peculiar a cucarachas húmedas, la luz casi ausente en las paredes, la herrumbre esparcida por la estructura y la arquitectura un tanto al tino del albañil, le concedían un aspecto a antro. Cosa que a ellos no les afligía en lo más mínimo, pues algo de su filosofía, ya de Jacinto, ya de Benito, era la austeridad, no tanto la carencia.
Él se empezó a manifestar cuando al borde de la locura me encontraba después de haber ingerido grandes cantidades de rivotril y diazepam al mismo tiempo, mezcla de por sí nada aceptable para el organismo. Me encontraba en mi recámra; mis padres habían salido de la ciudad, a cortar mangos o a las ciruelas; mi hermana en la fiesta, se fue con el novio y quién sabe a dónde la llevo, típicos quince que resultan con premio bajo la blusa. Fue entonces que la soledad hizo lo suyo. Cual niño abandonado en un cementerio a media noche, la espesa neblina de mi conciencia cayó en mi alcoba, ya no razonaba solo intuía, sin embargo ignoraba mi futuro. Fue entonces que supliqué como el más devoto hombre que Dios jamás haya escuchado, implorando expulsar esta anatema con la que había nacido. Jacinto, atento a cada palabra que había sido pronunciada, no pudo evitar tomar un color azafranado (donde el vino no tiene nada que ver) y desfallecerse en medio de la cosecha 2009 y los canapés. Benito calló gracias al pánico, bien que todavía no terminaba su vivencia. La sordidez en la que se encontraban ambos, el cuchitril en el que se alojaban y el hálito a cepa fermentada que emanaba de éstos, no hizo más que sosegar al todavía consciente. En esta situación,-dijo para sí Benito, primero nos llevan a las celdas que con una enfermera   "Si el ladrón obtuvo la gracia del paraíso, ¿por qué el cristiano no ha de obtener el perdón?" recordó estás y otras frases leídas quién sabe dónde. Por cierto de gran ayuda para su ánimo que iba como en decadencia. Y fue en esas cabilaciones como se encontró Benito en cuclillas orando por Jacinto, en medio de las botellas, las entradas, y los cartones que fungian como un gran diván.
Después que hubo terminado con la purga, acomodado a Jacinto en los cartones más cómodos y bebido ávidamente los últimos tragos del cabernet sauvignon californiano, oró un poco más. Lo escuchó gimotear.
Como si viniera recobrándose de cuatro desveladas en una misma noche (cosa imposible), abrió los rojos e hinchados ojos y su primera impresión fue la de estar recostado en su casa, vio el tugurio donde yacía y gozaba con un poco de razón y dijo para sí, con un poco de volumen pensando estar en plena soledad "Sabía que el infierno ni mucho menos el paraíso eran concebibles para un alma como la mía, esto calza perfecto a mis merecimientos". Benito, estupefacto, habiendo visto que sus líquidas súplicas habían surtido efecto, dio gracias al Altísimo, hasta llegar con Jacinto.
Dios tuvo misericordia de ti, Jacinto, fue la prueba que todo escéptico necesita -feliz Benito casi aconsejaba. ¿De qué hablas? Me desvanecí, sí, a causa de un medicamento mal administrado y peor dosificado, al escuchar tus experiencias mi subconsciente actuó de manera eficaz orillándome a un desmayo casi premeditado. Tarde o temprano iba a recobrar mis sentidos, yo, habiendo sido advertido por el médico que me preescribió la receta, con acuse de recibo, omití todo cuanto él me dijo. Olvidé advertirte.
Conmocionado el sobrio hombre por las declaraciones y el edicto que deslindaba a Dios de la pronta recuperación de Jacinto, Benito se tumbó en el piso como agua que cae precipitada de una cascada, al lugar que antes ocupaba.
Él te quiere para más tiempo o para algo especial -sentenció Benito. Sin duda, él o la madre tierra, que siempre me trae buenas sorpresas, y se levantó Jacinto.
Al apagar la única lámpara, el desván se queda como hace una semana: una botella de vino vacía, los platos donde el canapé, los cartones ya sin forma, el bote de la basura que nunca se ha llenado, las ideas que reverberan cada sábado pero lentamente se dilatan hasta desaparecer cuando amanece. Y todos esos ideales  sobreviven cuando el cerrojo se cierra.
Las ideas saben que se volverán a verse, ya el viernes, ya el sábado próximo. Los amigos se estrechan la mano, y el último candado es puesto.

martes, 17 de agosto de 2010

La familia.

A la suerte de tus alas
se aferra mi brazo.
En pleno vuelo,
de picada al cielo,
flota solo el eco de tu nombre
¡ay! cuán grato fue el roce
cuando madre, a tu lado dormía,
tanto cariño como se podía.

Te busco en la cocina,
la vasija sigue intacta mamá,
la comida insípida,
el desayuno se ha vuelto a enfríar
ojalá mañana llegues a tiempo.

Apaga la luz después del cuento,
para dormir pensando en el mañana
para pensar que duermo hasta mañana,
porque mamá,
no aguanta ya la oscuridad hasta que el sol salga
pesa la noche en mis ojos como tu ausencia.

La puerta sigue abierta
por si las llaves se te han olvidado.

¿Mi papá? Un día dijo que saldría a buscarte,
no supe si se perdió él, mi hermana o tú,
ya nadie ha regresado a casa,
creo que mañana saldré a buscarlos,
dejen la puerta abierta por si se me pierden las llaves...

viernes, 13 de agosto de 2010

Besos...

"placeres prohibidos, planetas terrenales,
miembros de mármol con sabor de estío"
L. Cernuda


Sólo pienso en besos,
en besos que quién sabe
dónde dejo...
Sólo pienso en besos,
en besos que quién sabe
cómo encuentro...
Sólo pienso en besos,
en besos que quién sabe
por qué no tengo...
Sólo pienso en besos,
en besos que quién sabe
cuándo se abstengan...
Sólo pienso en besos,
en besos que quién sabe
qué contengan...
Sólo pienso en besos,
en los nuestros,
aquéllos que nunca fueron...

martes, 10 de agosto de 2010

Op.42

Desesperado buscaba los versos que me trajo el nocturno de cierto romántico ejecutándose en el estéreo, yo, en el sofá, investigaba el paradero de la fantasmagórica pluma, a mi lado, yacía un helado café. Recuerdo que no era nada abstracto. Tal vez era esto.

Ante una pasión disimulada.

Ante una pasión disimulada,
la mirada desde nuestras ventanas,
un cómplice viento fraguando intenciones;
la noche,
abstracta y nitída,
corta y mística,
erótica y con sombras
que trepan a los balcones por tu delicada cabellera,
el tacto de una embriagada imagen
termina complaciéndonos, declinando sin luna,
un orgasmo.
Yo soy quien se emborracha con el líquido de tus senos,
aun cuando te desconozco.

Con ganas de verte

Entré con ganas de verte
sabiendo que no estarías
solo para saber que es cierto,
tu ausencia me delataría.
El odio es
la forma de amar
al revés,
ni amar y
odiar
se pueden separar.
!Cuánto te odio!...
Sí...
!Cuánto te amo!...


Me agrada tu ausencia:
adicta melancolía
que tanto necesito
cuando te tengo a mi lado.



Abrí la puerta,
como venganza,
la casa vacía
es decir,
los muebles intactos
nostálgicos,
terco polvo
se empeña en aparecer
una y otra vez.

Sólo por preguntar...
¿Piensas regresar
o nunca jamás?

domingo, 1 de agosto de 2010

Cuando se es humano.

Ser humano carece de aciertos
desde que nos calificamos
a nosotros mismos.
El error es el invento más grande
del hombre,
que regula al mundo correcto,
nada perfecto
nada imposible
nada absoluto
qué hombres, nosotros,
tan absurdos.

domingo, 25 de julio de 2010

Manzano, el de los jitomates.

Parecería un personaje imaginario: compra soledad como si fuera millonario que su tristeza se enriquece demasiado pero no le alcanza -o le basta, para moverse de la esquina del mercado. Vende jitomates, dos kilos por diez pesos. Dicha verdura la estiba como una verdadera pirámide que se alza más de un metro dentro de su tienda móvil (una carretilla que le sobrepuso una tabla soportando un techo de lona rojiblanco) y la ofrece, sin duda alguna, como la más limpia a la redonda. El producto se embarca en bolsas de asa y su amo les dice adiós con ceremoniosa acción.
Manzano tiene veinte años en S. y P., la esquina más frecuentada por el pueblo. De tez morena, labios gruesos y violetas, un cabello muy ajustado, facciones hoscas pero amigables, sonrisa que parece fingida y escondida y que no aparenta más de treinta pero en realidad de cuarenta, Manzano se muestra todo, menos desaliñado.
Su oferta ha sido ya por dos décadas la misma. Dos por diez. Las devaluaciones, la inflación, la globalización, toda esa maraña económica que poco entendemos a Manzano nunca le ha interesado. También de la misma manera, el montaje del producto nunca lo ha cambiado, es la pirámida, es de un metro. Incluso la ceremonia, persignarse después de cada venta, a la fecha, la misma. Es su tienda junto con su vestimenta, su presencia, una postal que todo transeúnte la lleva en la memoria.
Balbucea por las mañanas, ademanes por las tardes, y se retira con uno que otro gesto. Le apodan esquizofrénico pero la verdad, veo solo chismes de vendedores envidiosos por su éxito. Y si bien un éxito supone llevar a la cima de algo, aunque tú mismo no lo tengas en mente, Manzano ha sabido mantenerse en las faldas de esa cumbre que pretende ser meta para muchos. Por otro lado, se ha hecho el mudo todo este tiempo. Lo entiendo. ¿Quién quiere cambiar información con gente que no inspira mínima confianza? Mejor es hablar para sí mismo, así sea poco lo que haya que decir.
Aunque corpulento y de puños que detonan quijadas, es tranquilo, en suma, inofensivo. Una vez le robaron dos kilos de su mercancía y lo único que hizo fue ofrecerle una bolsa al secuestrador del alimento. Ni siquiera palabra soez profirió. Su calma es digna de admiración puesto que sus vecinos se la pasan de aquí para allá sin asunto alguno, hablando solo de extraños, dando citas con el diablo; Manzano es una piedra cercada por flores, éstas se mueven, él las contempla.
Da la impresión que las ganancias no le quitan o le dan sueño, no se le ha sorprendido haciendo cuentas. Nadie sabe si tiene familia que mantener, vive en el campo, en una choza decente y en buen estado. Todas las mañanas se le ve venir por la avenida de La P., y se le ve desaparecer entre luces, árboles hacia el llano. Sé, de antemano, que no le falta amistad, que cada día de cada año ha comprado kilos de soledad, que en su granja tiene toneladas de amistad.

Ciertas preguntas.

"En el aire hay siempre oculta como una hoja
en un árbol una mujer"  Jaime Sabines


Quién sabe si la dulzura de tu voz
sea el germen del odio entre nosotros.
Qué sería de tu belleza si desnudo
no me resbalara hasta tus piernas.

Dónde estaría mi cuerpo
(tal vez en otro hemisferio)
si no necesitara abrigarte en invierno.

Cuándo comprenderé
que no es tu género
la suma de mi talento
ni una costilla de mi cuerpo
sino la mitad de un universo
ya el espacio,
ya el tiempo,
materia.

¿Por qué tu cuerpo,
el que dejaste dentro de mi organismo,
es como una cicuta
cuando en un sueño te bebo?.

martes, 18 de mayo de 2010

Mujer

Mujer,
entre tus labios
se encuentra el monte
más árido que la sed ha encontrado
por eso no hay líquido
que forme una gota
y caiga.

La sed no ha sido saciada.

Mujer,
¿Cuál estrella,
múestrame,
brilla como tu cuerpo?
¿Por qué existes
desnuda
dentro de nuestro universo?

Té de ti.

Quisiera cual amuleto
llevar tu corazón en el pecho.
Es cierto que uno tenemos,
ese es el que yo quiero.

Como cuando sales del mar
un té de ti.
Te añoro, por la noche
por el día, te extraño.
Te veo, recostada en la cama,
por lo menos, te recuerdo.
Te sientas a mi lado
láminas de aquél sábado
feliz, sonriente, eterna.
Allí estás tú
a un lado de mí.
Té de ti.
Tu escencia disuelta en agua.

Plutón solo sueña al sol.

Si pudieras ver
en mi interior
como otoño
deshoja mi alma.
Cuando floreció:
fulgor, un sol,
serena primavera.
Si pudieras ver
mis cicatrices
por querer ser
como el dinero
cuando riquezas
verano sembraba.
Si quisieras ver
en tu interior:
mi exterior
como Plutón sueña al sol.

Solo segundos.

Olvidar es fácil,
es natural.
Recordar es complicado,
es añorar y sufrir.
Allá tu retrato en la pared
de lejos: un simple papel,
Pero qué duro es,
de cerquita, volverlo a ver.

Del cielo a la tierra.

Del cielo a la tierra
existe una distancia
que no conoceré jamás
como del sepulcro
a los besos
solo hay lágrimas al azar.
Tantos cúmulos, tu espectro,
aparece tu rostro siempre bello,
siempre nuevo
pero el nuestro,
el nuestro envejeciendo
(porque un año tiene tantos segundos exactos)
Desde el centro de la tierra
a la primera estrella
convertidos en astronautas
advierten los viajeros (los deseos)
un año luz es un misterio
desde el fondo de la tierra
de la tierra de lo profundo
de lo profundo de mi cuerpo
de mi cuerpo en el abismo
en el abismo que habito
del cielo a la tierra.

Lluvia

Ha regresado la melancolía
y su séquito incontable
líquidas consonantes.
Han regresado las tardes
que no distinguen al sol
ocultándose lentamente
entre nubes y valle.
Ha regresado el sonoro
ronquido del cielo
a plena luz, a medio vuelo:
estrepitoso andar de las nubes
en ese mar aéreo.
Orquestada sinfonía
las gotas en agonía
oculta tristeza
cuando golpean
sin suerte mi cabeza.
Has regresado, lluvia,
más de un grano de arena te espera
más de un hombre y yo
que acabes con la condena:
sed insaciable y mil de penas.

lunes, 19 de abril de 2010

Aniversario

Si buscas palabras
de este poema
en un diccionario
o en una enciclopedia
ninguna es nueva,
no superan al romántico
ni menos, lo vuelve espontáneo.
Pero los poemas son como el viento
y éste es como el amor,
porque a veces un ventarrón
otras, ni se anima el corazón;
porque el aire es viento
cuando sopla hay amor
la quietud de las palabras
un poema las levanta
entonces el amor
se vuelve viento:
el poema, corazón.

Si recita la hojarasca,
al ser arrastrada por el amor,
un verso cuando tus labios muerdo
es que también a los celos
se los lleva el viento.
Si me visto de enamorado
hoy, en nuestro aniversario
es porque el viento, amor,
está soplando.

lunes, 1 de febrero de 2010

Formas.

cómo no sentirme solo?
sin tu olor de madrugada
amor de un alba.
Depresión transfigurada
en las sábanas que
ha dejado marcada
tu expresión
y mi rostro se vuelve mancha
ahogado en almohada.

cómo dejar de llorar?
cualquier noche
hay una ocasión para ti.
Ya no la hay, la hubiera,
la perdí quién sabe dónde,
la oportunidad, qué felicidad.
Nos faltó bailar sin compás
él habia de sincronizar
la arritmia de mi esqueleto
pero en su ausencia
descubierta la espalda
y tus senos llenos de sombra
hubiese encontrado ritmos
ternarios en nuestra relación binaria.

Como si fuera alivio,
viene otra noche
pero ni un héroe
que persigue la inmortalidad
me salva de esta vanidad.

El enlace de nuestra separación

Es cuando de ese precipicio caigo
al fondo sin abismo,imaginario
porque ya estoy del otro lado,
de la otra orilla donde se ven sonrisas
el furor al compás de la ola
la felicidad y su métrica establecida
aquella compañía de payasos
dedicados a contrastar temor
con pelotas y gravedad
aire claustrado en látex
y uno que otro chiste para reír
porque para llorar
yo tengo mucho que contar...

Es que así veo la realidad
unos aquí, otros allá,
así me enseñaron ellos,
los pronombres y los géneros
los números y los tiempos
pero antes vocales y consonantes
primero articulamos la vibración
de nuestra ansiedad pero antes,
aprendí a mirar y obedecer
así hice entonces todo lo que te conté:
mentí, envidié, profané, odié
y también olvidé como amé,
pero es pretérito y es pretérito perfecto;
exacto, cierto e inevitable, pero es pasado.

Es que si existes, déjame encontrarte
tú sabes que sucederá y qué sucederá.
Yo puedo dudar, la libertad concedida
en silencio germina y serán frutos
los que ingiera mi oído cuando de ti
me alimente, de los montes que pisaste
atraparé cientos de huellas
porque no hay duda que tu existencia
es poco menos que eterna y,
la nuestra, poco más que efímera.

domingo, 3 de enero de 2010

Un acorde de Mi.

Estanque diáfano,
ahogado en cientas
de conversaciones
inútiles y estúpidas
caerás hipnotizado
porque allá donde ondas
imagina un pantano
él solo conserva
un efímero oleaje
el de una hoja discreta
volando hacia ti
pero una hoja débil
incapaz de sostenerse
porque así lo quiere
porque así lo deseas
detendra su vuelo
su girar indeciso
su mirar indistinto
será para el fango primavera;
tus conversaciones pasajeras
fueron el aliento de un hombre
solitario y tu rostro,
dicen, por el reflejo,
un amuleto imaginario.

viernes, 1 de enero de 2010

Círculo de Sol

Fueron años casi a la misma hora, casi con la misma ropa, a veces diferentes casas (siempre eran hogares) pero siempre el mismo tema. Conoció poco de él, fue jardinero, a lo que ella recordaba. De los mejores, siempre decía. Él eso ya lo había escuchado pero la misma sonrisa mostraba, felicidad indestructible que los recuerdos ofrece. Lo conoció poco. Murió cuando el él tenía apenas seis. En la época que los recuerdos comienzan a buscar nitidez. Pero él lo recordaba como el gran papá que sus hermanos le decían que había sido. Respiré tristeza, la olí como si el fresco de un valle se metiera por mis narices. Y se enteraba cada reunión de lo que había olvidado la pasada: un hermano sin conocer, tanto amor que nunca se pudo dar. Hay mucho que llorar, hay mucho que llorar. El clímax sólo ocurría una vez en la reunión. Y después de este el silencio, la nostalgia, la reflexión, todos los ingredientes preparaban una tristeza efímera. Y nadie se salvaba de los recuerdos. Yo, alejado de la tertulia, recordé, lloré.
Lloré por él, por la persona que nunca vimos pero que llegamos a amar sin escatimar deseos, ansiedades que las distancias incongruentes incentivan para tomarnos de locos. Ellos también desahogaron los silencios bruscos que atormentaban su cabeza. Cuántas cosas te dije para herirte, hoy te vas sin ningún rasguño; tantos lugares que visitamos y a mí me has dejado los recuerdos; y todas las preguntas que te hice para quedarme hasta hoy con la duda. Pero la duda ha muerto, ¿de que sirven las respuestas?
La cena no se enfrió. Al menos nuestros cuerpos helados por la falta de calor, calor emergido de los mismos cuerpos, permitían al lomo de cerdo presentarse como recién salido del horno. La verdad es que habían pasado más de tres horas desde el primer recuerdo y el lomo en la mesa. Pero la memoria no recuerda el presente. Y el tiempo no cura nada, solo hace más difuso un recuerdo, pues han pasado años y te seguimos recordando, con un poco de dolor sí, te extrañamos, pero con más felicidad por el legado que nos has dejado.
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