viernes, 8 de abril de 2011

El abandono a los recuerdos.

¿De qué color son tus ojos? Tanto como por el tono de voz, lo inesperado de la pregunta y la no relación que llevaba con él, ella no pudo sino quedarse perpleja, esperar un par de segundos para sacar de la duda al hombre y para zafarse de este bochornoso momento. La cosa iba peor conforme pasaban las milésimas de segundo pues hacía tiempo que ella usaba pupilentes de color y cuando lo recordó supo que la pregunta no se refería a lo que sería una respuesta evidente, era más bien algo que llevaba oculto: el verdadero color de sus ojos. La curiosidad es la madre de los descubrimientos, es cierto, y también, por otro lado, de vergonzosos momentos. Así lo fue para ella. Porque desde ese día no olvidó nunca jamás el café de sus ojos.
Mas las milésimas trotaban con la calma de siempre y ella que no tenía en mente, por el momento, los colores. Un día cualquiera y hace ya tantos años, ella decidió que mudaría de colores: se pintó el cabello, rayos castaños, fondos oscuros y puntas doradas (combinación extravagante); se delineó las cejas, negro azabache y contornos grises; la moda de las uñas postizas, flores y estrellas, puntos y brillantina; y, finalmente, se compró unos pupilentes de un azul del pacífico. Eso lo recordaba a la perfección. Sin embargo, si se trataba de ver ella en el espejo quitando o poniéndose los pupilentes no se veía a los ojos, es decir, no miraba sus ojos en esas invocaciones, como si no tuviera, como si hubiese huecos o trajera lentes oscuros -cosa por demás ilusoria. He olvidado quién soy se dijo a sí misma, un poco preocupada y a la vez con vergüenza, a la vez con malicia y tal vez con un poco de orgullo de ser la persona del presente. Había cambiado pero nadie lo había notado ya que venía de otro país y no se trajo ni una postal de su pasado. Mucho menos una foto.
¿Quién me puede decir el color de mis ojos? Se preguntaba y los segundos iban lentamente aumentándose, él seguía pacientemente esperando y ella desesperadamente recordando cosas que pocos olvidan, y las cosas que pocos olvidan casi nadie las recuerda. ¿Qué tanta gravedad puede tener el no recordar el color de tus ojos? Acaso no importa. A veces parece que hasta la importancia por la vida es relativa. Ella sabía que en el fondo de esta situación había algo que debía descifrar -aparte del color natural de sus ojos, y era ella que paulatinamente se iba volviendo como una letra cualquiera en Las Mil y Una Noches y no como la princesa Jazmín que era el oro más preciado de un reino. Hace años que abandonó costumbres que hoy parecerían insoportables como acariciar el agua, dormir en el suelo, escuchar a las olas nocturnas o beber los rayos del sol en pleno desierto. Ahora ella era maquillaje, vestidos, fiestas, dinero, atracción, olvido.
Él, presuimiendo que la pregunta no era relevante y su respuesta mucho menos trascendente, los segundos no transcurrían, si pasaban dos y nada no era problema. Pero ya iban tres y ella, tras dos décadas de memorias, su mirada seguía hueca. Todo era oscuro. Se había dejado llevar por lo negro de un infierno y no por lo blanco de un paraíso, su cuerpo era plomo que descendía precipitadamente a profundidades desconocidas, y no era feliz así. Las sirenas son la fantasía sexual de los piratas, las alucinaciones de exhaustos náufragos pero ella se sintió capaz de nadar y salir de la sima, y allí estaba él, a la orilla del mar esperando no a ella, sino la respuesta.
-Son cafés, son cafés claros -dijo su compañero, y me he enamorado de ellos. ¿Cómo los vi? Un día olvidaste los pupilentes, tu cabello era negro, no tenías maquillaje ni las uñas arregladas como las tiene ahorita. Eras otra. O ¿Eres otra? Por eso quisiera saber el color de tus ojos, para saber si eres tú.

miércoles, 6 de abril de 2011

Reverberaciones.

Escucha... Escucha mi nombre,
Yo soy el que te habla todas las noches.
Cuentan que soy mudo
que por eso nadie me escucha
que soy un eco, ilusión.
¿Que soy mudo? No es cierto
Porque yo te hablo y tú me escuchas.

Escucha. Ese es mi nombre.
Ese que repites todas las noches.
Sé que me oyes
porque les hablas de mí
y conoces mi palabra
-llave de una puerta imaginaria,
No dejes de buscarme
porque así tú nunca te perderás.
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