lunes, 4 de octubre de 2010

Al-Qunaytirah

Pensar en la actualidad y dar por hecho a pueblos deshabitados es casi inconcebible, sabe como las especias que Hollywood y Arnold Schwarzenegger suelen dar a las películas. Sobre todo si le sumamos tantas y tantas explosiones y él sonriente. Más o menos de esto va la trágica realidad de un pueblo olvidado.

Al-Qunaytirah –que pronto será como el cuento de Borges, aquel titulado Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, en el cual la región y su cultura sólo existieron en la conciencia de pocos- hoy casi extinta, se encuentra al sureste de Siria. El primer pecado de este pueblo fue haberse situado en la meseta del valle en los Altos de Golán ya que más de sus tres cuartas partes de territorio (1200 km2) se encontraban en disputa por algunos países asiáticos. Su segundo pecado fue la locación de un punto estratégico para el comercio y cercana a la frontera, bien sabemos que los límites son siempre un problema; en dos décadas cambió de país más de tres veces. Primeramente era Siria quien la tenía bajo su control, el año de 1967 la tienen los israelitas, la recupera efímeramente Siria para que Israel termine con ella diez años más tarde. Dichas guerras a mediados del siglo XX entre Israel y algunos países como Egipto, Siria, Jordania y Líbano, provocaron el movimiento de sus habitantes a otros territorios más pacíficos; sus edificios, casas, hospitales, negocios, siguen sepultados en la actualidad, hay solo pasado, petrificado y polvoriento pasado; sus límites siguen sin fijarse, la denominación “pueblo fantasma” es un letrero latente. Seguro sus habitantes exiliados por causas ajenas a ellos extrañan ese pequeño pueblo; muchos allí nacieron y en sus pesadillas queda solo el eco del combate, tal vez muchos después murieron y hoy son extranjeros en sabe qué cementerio.

En el cruel presente donde solo prospera la discordia, sus parajes son solo habitados por militares que defienden sombras y, a su vez, un manojo de habitantes dedicados a alimentar a éstos. De allí en fuera no hay nada más. Van turistas a ver escombros, entran a un museo, pagan módicos euros y la imaginación del desastre. Para ver situaciones indeseadas, para quedarse con ese mal sabor de boca que deja la razón humana cuando se usa en contra, basta dirigirse a Al-Qunaytirah (tan impronunciable este nombre como el apellido de Arnold). Parece que viajan indistintas distancias para llenarse con un poco de culpa, sin duda la más sabrosa.

Al-Qunaytirah vive aún en el mapa. Quién sabe cuándo será borrado. Seguramente el hombre convocará a una reunión para eliminarlo por completo de su memoria. Entonces, cuando alguien pase por esas vigas que solo soportan soledad, esos muros en que se reconoce historia, esas calles que ya no tienen destino, se preguntarán ¿Qué pueblo es éste? ¿A quién le podemos preguntar?
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