sábado, 28 de febrero de 2009

De espalda a casa.

Doce horas de espalda a casa, fatigado,
amenaza la voluntad rendirse en llanto.
Once veces pienso en la hora que llevo, fastidiado,
atenta la vesania ser mi compañera en el llano.
Diez onzas no bastan para ignorar, castigado,
la ambición que aspiro obtener, un esfuerzo vano.

Nueve hombres a mi lado, desauciados,
arriendan su vida al depravado dinero.
Ocho horas con la espalda al suelo, cansado,
advierte el sueño las necesidades del cuerpo.
Siete días que aprueba la semana, uno de ellos,
admite una semenajanza a la libertad.

Seis párrafos contemplan una estrofa, moribundos,
aquéllos, soportan la codicia de la materia.
Cinco monedas evaluan la riqueza, disimulada,
entre millonarios y asalariados.
Cuatro de ellas en bolsa de pobres, insaciables necesidades.
La otra, solo una, la mantiene un millonario en su bolsillo.

Tres millones hacen desgraciado al más rico, necesitado,
al más humilde encuentra la riqueza en una sola moneda.
Dos oportunidades necesité para comprobar, tú, riqueza,
como la más grande de los males humanos.
Uno, solo uno, mostró a la opulenta humanidad, la pobreza,
como una herramienta que alimenta al alma su insaciable apetito.
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