viernes, 11 de diciembre de 2009

Conversación de pie.

Templado como aquel cristal através del cual veía tu cuerpo en aquella gélida reunión, tu semblante. La maestría del tacto había, por un largo tiempo, desaparecido. Los diccionarios no albergaban tales palabras hasta que él las hubo pronunciado. El olor del barníz parecía tomar una solidez en tu rostro. Te lo dije, no debimos inhalar solventes. Ahora ya que lo hecho ha nacido para ser recordado por nuestra memoria ¿por qué te aflije el no poder olvidar? Al mediodía el vapor que de su boca exhalaba me seguía drogando. Lo evitaba pero trataba estar más cerca de él, acaso besarlo. Permíteme llorar. Ya han pasado años y tú te empeñas en morir de tristeza. Pero ella estaba allí, un escultural cuerpo de hielo, derritiéndose en sus manos, en las de ellos. Congelado yo por la suma de incapacidades y la disminución de mis signos vitales me vi obligado a sentarme, me desvanecí. Al despertar conocí el olor a sangre, era fétido e insoportable aunque el solo ya se había ocultado. Olvídalo, si continúas me voy. Lo tenía que decir, fue necesario desahogarme. Todos, incluyéndote, estaban inconscientes y esparcidos por toda la habitación. Desnudos como yo los vi por última vez. Seguía drogado. Lo hice acaso para comprender tu nueva figura. Continuabas a esa temperatura enigmática de tu cuerpo emanada. Un calor visible, palpable y contagiable al punto que ellos también. Pero sus cuerpos calcinados. Entonces era tu sangre más oscura en la pared que la brotada de tu piel cuando te vi acostada por segunda vez. Entonces supe que era yo el culpable. Por eso odio tu belleza diabólica tras la ventana, tu escultura derretida sobre sus vestidos, todo lo de ti hasta mí mismo. Confesé mi delito pero la prisión no curó mi aflicción ¡Oh amada mía! intenté suicidarme y descubrí que mi castigo es ser inmortal que no podré amar a nadie como tampoco olvidarte, recordaré siempre tu cuerpo derritiéndose, tu cuerpo derretido, el de ellos calcinado, el mío muriendo y reviviendo a cada instante como un inmortal que vive para su dolor, como un mortal que a muerto por un amor.
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