lunes, 14 de diciembre de 2009

Allá en el cielo o en el infierno, no recuerdo.

Lo que dirían si supieran ellos lo que me hace falta. Se reirían. Incluso dudarías si alguien puede sentir tal apego. Sí, no estoy loco. Entre dientes oí de unos pocos que se marchaba. Nunca supe a dónde, ¿algún día me lo dirá? Y a pesar de que el mundo para unos es pequeño, hoy, que se esconde y yo le busco, híjole, el mundo parece infinito. Pero son las ciudades y sus casas tan pequeñas, en algunos lugares (no he visitado las grandes urbes) he tocado más de treinta y cinco mil ciento tres puertas, que me dejan al final de la jornada, desanimado. Apunto del suicidio, gritó un mal nacido que me vió llorar sentado en la acera y él en una pecera se alejaba. Podría ser verdad -pensé más de dos ocasiones, si el destino no lo quiere yo sí, la muerte. En ese momento de valentía la palabra muerte valía menos que una moneda de cinco centavos para un mendigo, era yo fuerte, estócio para con ella, tal vez en esos seis segundos que pasaron pude haber embestido un tren, saltado de un edificio o enfrenter a una pandilla, acaso tan valiente como yo. Podía, pero no quise. La reflexión fue más fría y contundente que la última vez, la idea de encontrarle seguía en pie, lo del suicidio ya era un tinte de locura, que si bien no era de mi apetito quitarme la vida, la disociación de la realidad era alarmante. Iba y venía de años atrás a un futuro de décadas sin apartarme del presente, casi sonámbulo cuando toqué la última puerta del día, y de mi vida. Recuerdo su mano como comenzaba a sudar al tacto con la mía, y aquellas mejillas soportando el rubor además de su dulce olor en primavera cuando dicen amor, salta una hoja de árbol o en la arena los pies dibujan la silueta. Te lo dije. Terminarían con carcajadas al enterarse de mi declaratoria de amor. Inventarán peores argumentos que los de un enamorado pero no me preocupo, algún día estaré a su lado. Sí, le sigo buscando. Y en esa casa no te vine a encontrar pero de su paradero obtuve información. Yo no lo pensé dos veces. Primero era el suicidio manifestándose como una señal no de muerte pero de vida. Y morir significaba no volverte a ver y extrañarte toda otra vida, por eso el miedo y la rápida reflexión de no ceder.
He atado los cabos. Supe por los inquilinos de la casa que ella alquiló que se ha quitado la vida para buscarme en la muerte; y por eso he querido preguntarte todo este tiempo que te he visto aquí, indistintamente mirando al suelo, deshaciendo constelaciones, provocando marejadas ¿eres tú, quien me ha estado buscando?
Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.