miércoles, 21 de enero de 2009

Disonancias

Pensar en dos notas que concordasen en ese momento parecía imposible. El humo había consumido toda relación armónica. Por el momento, los sonidos peleaban por un lugar en el espacio golpéandose entre sí. No sólo eso. Podría ser el calor del vapor que dificultaba el tránsito de las sonoras ideas.
Eran las nubes reposando sobre el cielo las que arropaban a las estrellas, era la niebla la que las alcanzaban. Comprobaba su presencia repentina y móvil; la de las notas, que a su vez, viajaban sin acostumbrarse a un sitio especial, eran nómadas por voluntad, no por necesidad. Sus formas indefinidas, todas siempre relativas, cautivaban al más necio oído, al más sordo e ignorante. Podría ser una cuarta aumentada -comentaba un individuo que creía tener noción musical- o una segunda menor pero por momentos se vuelve tan consonante como una quinta justa o como un unísono donde desaparece una nota. Tal vez -exclamó su compañero poco más ignorante qué él en esos ámbitos de la música- tú escuchas conforme a tu estado de ánimo y, siendo en estos momentos tan voluble como el agua a diferentes temperaturas, me temo que es tu percepción la que desafina la armonía, pues yo, por otro lado, escucho una melodía y su base que la acompaña sin desafiar la tonalidad. No admito - contestó con larga cara- que la capacidad auditiva se vea distorsionada por depresiones pasajeras, enojos intermitentes o placeres efímeros.
Y mientras los sonidos viajaban através del tiempo y paseaban por todo el universo, seguían transmitiendo vibraciones totalmente subjetivas, tanto que no había acorde para distinguirlo o una escala como para saber su origen, acaso era la transformación de un nuevo concepto sonoro más viejo que nuestra natural relación de frecuencias y el gusto inducido hacia para con ellas.
Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.