viernes, 25 de febrero de 2011

Cristo y la cruz.

Cristo no murió en la cruz
pero resucitó en ella.
Falleció cuando predicaba
ante una multitud que lo alababa.
La sangre que deslizaba por su torso
no era conspiración de su reino,
era la fuente viva de un nuevo cuerpo.
En el pasado, la multitud clamaba por milagros
después los cuerpos ya no enfermaban,
la sentencia había sido declarada:
La cruz en mi espalda
es el peso que ahora cargas.
Las espinas sobre mi cabeza
las sostiene tu conciencia.
El hierro que en mis manos y pies
no me dejaron mover
es esa búsqueda de libertad.
Y mi último suspiro antes de resucitar
son los sollozos de tu soledad.
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